Alegato del defensor Don José Antonio Guillén Marco.

Honorables miembros del jurado:

Con el riesgo de ser considerado cómplice de un infame criminal por la opinión pública, mi conciencia y mi honor me obligan a tomar la palabra en defensa del perseguido e injustamente vituperado dióxido de carbono, también llamado CO2.

Son dos las acusaciones que pesan sobre las vaporosas espaldas de mi defendido. La fiscalía, utilizando todos sus medios de comunicación y su dominio de los poderes fácticos, ha tildado a mi cliente de «contaminante», y no pareciéndole suficiente este insulto, le hace nada menos que «responsable del calentamiento global» por el mero hecho de pertenecer al pequeño club de los componentes del aire que provocan «efecto invernadero».

Vayamos con la primera de las acusaciones, la de «contaminante». Imaginen ustedes el disgusto que siente ese pobrecillo que ven ahí, avergonzado, en el banquillo de los acusados, cuando se le incluye en la misma categoría de delincuentes a la que pertenecen los óxidos de azufre o los óxidos de nitrógeno.

¿Acaso a mi defendido se le puede achacar de forma alguna el execrable crimen de la lluvia ácida?. ¿Acaso es un veneno que fulmina al ser inhalado?.

Por el contrario, todos los seres vivos en contacto con el aire, al respirar, consumen oxígeno y emiten vapor de agua y dióxido de carbono. Permitidme entonces las preguntas retóricas: ¿Son por tanto contaminantes todos los seres vivos? ¿Deberíamos acabar con ellos para solucionar «el calentamiento global»?.

Más allá de su propia respiración, los vegetales, crecen y producen los tejidos que servirán para alimentar a otros seres vivos. ¿Y cómo lo hacen?, se preguntarán ustedes. Se sirven del vilipendiado CO2 que es tomado del aire a través de los estomas y, con la ayuda de la energía solar y del agua, es transformado en tejidos vegetales. Se inicia así un ciclo vital sin el cual en el planeta no habría formas de vida, tal y como las conocemos ahora.

Después de estos sintéticos argumentos que podría haber desarrollado mucho más, pero que he preferido limitar para no aburrir al ilustre jurado, creo que es palmario que la acusación de «contaminante» es completamente injusta y solo los ignorantes o los malvados seguirán usándola.

Pasaré ahora a la presunta responsabilidad en el calentamiento global.

Voy a empezar poniendo en duda la misma existencia del delito. Algunos honorables miembros de jurado estarán pensando: ¿Cómo es posible que este hombre niegue la evidencia de que cada año hace más calor y nieva menos?.

Este humilde letrado no niega esa aparente evidencia, al contrario, opina que es lo que parece. Lo que desea manifestar es que se conoce por el estudio científico de la historia y de la geología que han existido largos ciclos de calentamiento y enfriamiento con temperaturas mucho más extremas que las actuales y que nada nos asegura en que punto estamos ahora.

No obstante, para rebatir los infundados argumentos de la fiscalía, aceptaré la hipotética existencia del «calentamiento».

Lo que de ninguna manera se puede aceptar es que un gas que tiene una participación del orden de cuatrocientas partes por millón en esa mezcla de gases que se llama aire, sea el único responsable del «calentamiento» y que otro gas que participa con más de diez mil partes por millón y del que también se reconoce que tiene efecto invernadero se vaya de rositas.

Sinceramente, opino que la responsabilidad de uno y otro gas son despreciables y carentes de influencia en los aumentos o descensos de temperatura y debe haber otros efectos a los que deberían achacarse tan «horrendos crímenes».

Si se me permite voy a recurrir a la divina providencia para descargar de culpas a ambos gases. ¿Acaso no es achacable a la intervención de Dios la existencia de esos ciclos perfectos que son esenciales para el desarrollo de la vida?.

Me refiero al ciclo del carbono que gracias a la fotosíntesis permite la vida y al ciclo del agua también esencial para tan plausible objetivo. Estos dos ciclos se regulan a si mismos y, si existiera un pequeño desbalance puntual, en un breve periodo de tiempo se autorregularían.  Está científicamente demostrado que a una mayor proporción de CO2 en el aire el desarrollo vegetal es mayor y también aumenta la captación de nuestro buen amigo por el agua de mar. Allí, en las profundidades de los océanos, se depositará, formando los sedimentos junto con los restos de las valvas y exoesqueletos de algunas especies marinas que no tuvieron empacho en construir sus caparazones con el «nefando» gas.

Resulta pasmoso que se achaque al dióxido de carbono el calentamiento, pero aún resulta más asombroso que se diga que es la influencia humana la culpable de los supuestos males. ¿Es que no es sobradamente conocido que de todas las emisiones de este gas sólo el tres por ciento es achacable a la humanidad?.

Ha recurrido el fiscal al peritaje de la «comunidad científica internacional» y ha mencionado los «ilustres» nombres de All Gore o Greta Thunder. Lástima que no haya recurrido también a esos niños de los comerciales televisivos tan empeñados en el salvamento del planeta. Sin embargo, ha omitido las tesis de verdaderos científicos como Steven E. Koonin, Stefan Uhlid, el premio nobel de física 2.022 John Clauser, José Antonio Sáenz de Santamaria, José Carlos González Hidalgo y un largo etcétera que desmienten las peregrinas ideas de los peritos de la acusación.

La mayor, casi la única prueba de cargo, que pretende demostrar la culpabilidad de nuestro amigo es esa desdichada curva que relaciona temperatura e incremento del CO2 en el aire. La tesis puede engañar a los despistados: aumenta la temperatura y hay más CO2 en el aire, luego… la culpa es del CO2. Pero han olvidado los autores la más que conocida y demostrada Ley de Van´t Hoff , aquel sabio holandés que en 1884 explicó que la velocidad de una reacción química se aceleraba con el aumento de la temperatura. Como esto es incuestionablemente cierto, este humilde defensor se pregunta: ¿no será que como consecuencia de un aumento de la temperatura —por razones ajenas al CO2—, la velocidad de las reacciones de oxidación de la materia orgánica, — también conocidas como putrefacción y que son las responsables de la práctica totalidad de las emisiones naturales—, aumentarán y, con ese aumento, lo hará la emisión natural de dióxido de carbono?.

Quiero ir terminando mi alegato con un recuerdo a las predicciones catastrofistas que afortunadamente no se han cumplido y tampoco se cumplirán: Los osos polares no han disminuido; por el contrario, han aumentado. Venecia y las Islas Fidji siguen sin estar bajo las aguas. Recordemos aquel juicio en el que se culpabilizó a los gases tetrafluocarbonados del agujero en la capa de ozono. Se exterminó completamente a aquella familia gaseosa y ahora se comprueba que nada se ha resuelto, que el agujero sigue existiendo, aunque, eso sí, nadie habla ya de él. ¿Haremos ahora lo mismo con el CO2?.

Si consideramos que el calentamiento o el enfriamiento, —sean cuales sean sus causas—, pueden traer consecuencias desagradables, no perdamos un minuto en luchar vanamente contra lo inevitable y dediquemos nuestro dinero y esfuerzo a corregir la desertización o las inundaciones, fenómenos que afectan a la Tierra desde hace siglos y que por misteriosas razones no se han tomado las medidas correctas para reducir sus efectos.

Por todo lo expuesto, pido al jurado la exculpación completa del acusado y solicito el reconocimiento de sus servicios a la humanidad.

2 respuestas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para fines de afiliación y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos.
Privacidad